PEN America is thrilled to showcase the work of recipients of the 2017 PEN/Heim Translation Fund Grants. For the next few weeks, we’ll feature excerpts from the winning projects introduced by the translators themselves. The fund awards grants of $2,000–$4,000 to promote the publication and reception of translated world literature in English.

Today we feature an excerpt from Michelle Gil-Montero’s grant-winning translation from the Spanish of Edinburgh Notebook by Valerie Mejer Caso.

Gil-Montero writes: These poems belong to the final section of Edinburgh Notebook, an ars poetica series entitled Movements. Their epigraph comes from the Book of Questions by Edmond Jabès: “All shattered writing has the form of a key.” The Movements are shattered writing. They represent a time of grief when the poet comes to question the meaning and value of poetry. Instead of answers, of course, she finds that the questions keep proliferating—and like that, poetry proliferates, moves on. In my translation, I began at the end of the book, with the Movements; they are the key to the rest of the book.

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Seventh Movement

In the desert, my love, in the desert I saw an elephant born. Its mother thought it dead, and in her desperate rage, she dragged it with her trunk, struck it with her giant foot. That black smudge in the distance is, my love, a birth. Its weight falls like an egg that cracks open, it burns like an aerolite in the empty night and resembles death. We’d like to overcome the distance, span the desert, my love, fix the lightbulbs in all the houses. But the desert is a wall in a town under siege. A tumbledown wall, the one in the house you’re building now with your own two hands. That house that glimmers with the gold under the world. The lamp lit in a faraway house is the amber glow of your old eyes. Around that world where the house rears up, blood circulates, sand scatters, the lobster stand goes up in smoke, gravediggers mumble, and a fisher boy grabs his father’s hand, each of them hoisting his rod like a mast, and far away, in the faraway, like a planet, the spot where the elephant tumbles born. Dead, his mother thinks and thrashes him until the great creature rises to his feet like a young king. Men hanging from the walls, the men fleeing that place like shadows, loosed shadows. If you pay attention, my love, right now you will see a constellation of rungs, a stairway to the sky made of rope, of girls’ braids, of wheat, of straw, of longing.

You have to reach the horizon, climb to the top of the wall, to see if this is true.

Eighth Movement

A sketch far from the street and from hunger. A sketch far from the wind that blows into Saint Patrick’s cathedral, The Church of Saint Thomas. A Belgian sketch in a room proclaims that death stalks the masses. A man in the foreground clutches his head, he is the son of a poet, he’s hungry, the wind has shoved him to the front of the paper. He is a child drawn with a tragic grimace. His name is Pablo, and he hasn’t long to live. He is a bird that forgot how to fly. It’s forgetting that makes us heavy, prey to gravity. So mortals are a bevy of birds walking, rubbing shoulders in the streets. Why does death wear fins like a diver? Why does its black, transverse scythe look like a flag? The sun flashes delineated teeth. Not that it smiles, it’s just that it knows the story. Whorls of fire send the building on the corner into bloom. Men on the tower, their flaming feathers are the streak of a scream. One of the dead has unfolded her butterfly wings. On the balcony: a pregnant woman and a nude woman. They, and the poet, will die soon. In the margins of the sketch, my brother is still falling, and death’s scythe is a flaming flag, a torch with no republic. The same birds that swarm poetry books sit on the cornices of every street. They exceed every sketch. Without flying, their tiny hearts flutter, out-of-tune radios crying for help that won’t come.

On another canvas, Ensor has painted himself in a plumed hat. Pink and orange feathers. Souvenir of the end of his days.

On another, he has painted “The Domain of Arnheim” in black and orange. The Republic of Poe.

And on another, he has painted a woman whose hands clutch a handkerchief. Patient hands on a lap. The handkerchief is foam-white, damp with marine tears. There were divers who got lost looking for it. And she had it all along, it was hers, a flag for the oceans. She remembers it all at once. She holds onto those scenes with the full force of her mind. In that way, she attains the illusion of weightlessness and almost floats.

My country, a sad painting.

Séptimo Movimiento

En el desierto amor mío, en el desierto vi nacer un elefante. Su madre lo creyó muerto y en su rabiosa desesperación lo arrastraba con la trompa, lo golpeaba con su gran pata. Aquella cosa negra que se emborrona en la distancia es amor mío, un nacimiento. Cae su peso como un huevo que revienta, arde como un aerolito en la noche vacía y semeja una muerte. Quisiéramos remontar la distancia, abarcar el desierto amor mío, arreglar las bombillas de todas las casas. Pero el desierto es un muro en un pueblo sitiado. Un muro destartalado como el de la casa que levantas ahora con tus propias manos. Esa casa donde brilla el oro que es subterráneo al mundo. La lámpara encendida en una casa remota es el resplandor ambarino de tus ojos viejos. Alrededor de ese mundo donde la casa se yergue circula la sangre, se extiende la arena, hace humo el puesto de langostas, murmuran los sepultureros, y un niño pescador toma de la mano a su padre, ambos con sus cañas izadas como mástiles y allá lejos, en el lejos, como un planeta el espacio el elefante cae para nacer. Muerto lo cree su madre y contra él arremete hasta que la gran criatura se pone de pie como un rey joven. Penden de los muros los hombres que escapan del sitio como sombras, como sombras libres. Si pones atención amor mío, ahora mismo verás una constelación de peldaños, una escalera al cielo hecha de mecate, de trenzas de niña, de trigo, de paja, de anhelo.

Habrá que llegar al horizonte, trepar a la parte alta del muro, para saber si todo esto es cierto.

Octavo Movimiento

Un dibujo lejos de la calle y del hambre. Un dibujo lejos del viento que entra a la Catedral de San Patricio, a la Iglesia de Santo Tomás. Un dibujo belga en una habitación anuncia que la muerte persigue a la multitud. Un hombre en primer plano se agarra la cabeza, es el hijo de un poeta, tiene hambre, el viento lo ha empujado al frente de la página. Es un hijo trazado con una mueca trágica. Se llama Pablo, le queda poco tiempo de vida. Es un pájaro que ha olvidado volar. Es el olvido lo que nos hace pesados, presas fáciles de la gravedad. Así los mortales somos una parvada que camina, que se codea en la calles. En el dibujo están flanqueadas pájaros que llevan máscaras de hombres. ¿Por qué la muerte tiene aletas de buzo? ¿Por qué su guadaña negra y transversal parece una bandera? El sol muestra sus delineados dientes, no es que sonría, es que conoce la historia. El fuego en volutas hace florecer el edificio de la esquina. Las plumas en llamas de los hombres de la torre son el trazo de un grito. Una de las muertes ha desplegado sus alas de mariposa. En el balcón hay una mujer embarazada y una mujer desnuda. Ellas y el poeta morirán pronto. A las afueras del dibujo aún cae mi hermano y la guadaña que le da muerte es una bandera en llamas, una antorcha sin república. Los pájaros que invaden los libros de poemas están en las cornisas de todas las calles. Exceden todos los dibujos. Sin volar, laten velozmente sus minúsculos corazones, radios fuera de sintonía pidiendo un auxilio que no llegará.

En otro cuadro Ensor se ha pintado a sí mismo con sombrero de plumas. Plumas rosas y naranjas. Souvenir del fin de sus días.

En otro ha pintado el dominio de Arnheim en negro y naranja. La República de Poe.

Y en otro ha pintado a una mujer cuyas manos sostienen un pañuelo. Manos pacientes en un regazo. El pañuelo es blanco-espuma, húmedo de lágrimas marinas. Hay buzos que se perdieron buscándolo. Y lo tenía ella, era de ella, una bandera de los océanos. Todo lo recuerda al mismo tiempo. Retiene las escenas con toda la fuerza de su mente. Así consigue esa ilusión de que no pesa, de que casi flota.

Una pintura triste es mi país.