Noticias duras
El periodismo y la amenaza de desinformación
Hallazgos sobre cómo la desinformación trastorna el ejercicio del periodismo según una encuesta nacional realizada por PEN America a más de 1.000 periodistas y editores
Introducción y hallazgos clave
Profesionales del periodismo y la editoría y las organizaciones de noticias profesionales que informan de un modo creíble y promueven una participación cívica informada representan un baluarte contra el embate de la desinformación que se inyecta al discurso del público. Mediante sus periódicos, sitios web y emisoras de radio y televisión, las comunidades pueden esperar acceder a información confiable y entender los debates que moldean a sus sociedades. Desde hace tiempo, profesionales del periodismo y la editoría tienen la tarea de responsabilizar a los funcionarios públicos, impedir la confusión causada por aquellos con poder político o económico e investigar los hechos. Sin embargo, nunca antes han tenido que hacerlo frente a una oleada tan extrema de falsedades y manipulaciones potenciadas por algoritmos y actores nefastos, y en un momento en que sus medios están luchando por sobrevivir con recursos claramente reducidos.
En una encuesta nacional, PEN America preguntó a profesionales del periodismo y la editoría local regional y nacional cómo el trabajar en medio de un torrente de desinformación, es decir, contenido creado o distribuido con la intención de engañar, está transformando su profesión, las relaciones con sus fuentes y sus audiencias, y sus vidas. Las respuestas de más de 1.000 periodistas 1Para los fines de esta encuesta, las personas periodistas y editoras se definen como aquellos que se adhieren a una serie de estándares, ética y prácticas editoriales. Esto no incluye a los bloggers ni ciudadanos periodistas. Al mismo tiempo, los medios de los encuestados son ejemplo de los valores y principios de una recopilación y diseminación de noticias creíbles que incluye transparencia, responsabilidad, inclusividad y precisión. estadounidenses revelan que la desinformación está cambiando significativamente el ejercicio del periodismo, está trastornando los procesos de la sala de redacción, agotando la atención de los editores y periodistas, exigiendo nuevos procedimientos y habilidades, poniendo en peligro la confianza de la comunidad en el periodismo y disminuyendo la seguridad profesional, emocional y física de las personas periodistas y editoras. Profesionales del periodismo y de la editoría indicaron a PEN America su preocupación por el impacto de la desinformación en su trabajo, el tiempo y esfuerzo que se requiere para evitar difundir falsedades involuntariamente, y lo subequipados que ellos y sus salas de redacciones están para contrarrestar con eficacia la avalancha de mentiras que amenazan el desempeño del papel vital de la prensa libre en nuestro proceso democrático. Solo el 18 por ciento de las personas periodistas y editoras que respondieron dijo que se le ofrece suficiente apoyo para el desarrollo profesional sobre cómo detectar y cubrir la desinformación.
Hallazgos clave:
- Casi todas las personas periodistas y editoras que respondieron consideran la desinformación como un problema grave para el periodismo de hoy; 81 por ciento dice que es un problema muy serio.
- La mayoría lidia con la desinformación habitualmente: 61 por ciento algunos días y 15 por ciento todos o casi todos los días.
- Al ser consultados sobre si detectar y abordar la desinformación es una prioridad importante en sus salas de redacción, solo 8 por ciento dice que “no es tan importante”; 40 por ciento categorizó esta tarea como “urgente”.
- Más del 90 por ciento dijo que la desinformación tuvo un impacto en sus experiencias como periodistas en los últimos años; 65 por ciento enfrentó hostilidad por parte del público, 48 por ciento reportó sentirse frustrado o abrumado y 42 por ciento sintió que alguna parte de su audiencia había perdido la confianza en ellos.
- Si bien 99 por ciento de las personas encuestadas expresó al menos algo de confianza en su capacidad para detectar la desinformación en su trabajo, 11 por ciento reconoció que ellos mismos habían desinformado sin querer.
- Más del 90 por ciento ha hecho uno o más cambios en su ejercicio del periodismo como resultado de la desinformación, incluido un 66 por ciento que dijo que dedica más tiempo a desacreditar activamente la desinformación y 59 por ciento que mencionó esfuerzos intencionales de ser transparentes sobre las decisiones, los métodos y las fuentes. Pero uno de tres encuestados se encontró cuestionando su instinto y uno de cuatro informó sentirse abrumado por el nivel de verificación de datos requerido para completar un reportaje. Y el 17 por ciento dijo que había evitado hacer una noticia que estaba considerando cubrir por miedo a un contraataque con calificación de “noticia falsa” para desacreditar su cobertura precisa.
- Tres de cinco periodistas encuestados dijeron que, en medio de la proliferación de desinformación y falta de confianza, les había ocurrido al menos una de estas cosas: recibieron correos electrónicos, llamadas telefónicas o cartas de amenaza; fueron acosados en persona mientras trabajaban; fueron objeto de trolls cibernéticos ,doxing o catfishing; y/o temieron por su seguridad física lo suficiente como para agregar precauciones de seguridad a sus rutinas diarias.
Sin embargo, a pesar de estos altos niveles de inquietud y claro impacto en su ejercicio profesional, la mayoría de las personas periodistas que respondieron dijo que no sentía que tenía habilidades especializadas ni el apoyo en la sala de redacción como para responder adecuadamente a la crisis de la desinformación:
- Solo el 30 por ciento de quienes respondieron dijo que su medio tenía procesos generalmente efectivos para lidiar con la desinformación; el 40 por ciento dijo que no existía un enfoque para toda la organización.
- Al preguntarles sobre ocho pasos diferentes que los medios de comunicación podrían tomar para abordar la desinformación, incluida la capacitación de las personas periodistas sobre cómo incluirla en sus reportajes y establecer sistemas para responder a ella con rapidez, uno de tres dijo que su medio no había tomado ninguno.
La desinformación en el contexto de la libertad de expresión y la prensa libre
PEN America entiende la desinformación como una amenaza fundamental a la libertad de expresión. Los Estatutos de PEN, formulados en 1948, comprometen a la organización a luchar contra “las publicaciones mendaces, las falsedades deliberadas y la distorsión de los hechos para fines políticos y personales”. PEN America ha asumido este problema urgente como una parte central de nuestro trabajo a partir de 2017 con la publicación de nuestro informe Faking News: Fraudulent News and the Fight for Truth (Falsificación de las noticias: noticias fraudulentas y la lucha por la verdad), en el que anticipamos los riesgos potenciales si la desinformación no se controla, incluidos “atascamientos y polarizaciones políticas interminables; el menoscabo de los medios informativos como una fuerza de rendimiento de cuentas del gobierno; un riesgo a largo plazo a la viabilidad de noticias serias; una incapacidad de elaborar e implementar políticas impulsadas por los hechos y las pruebas; la vulnerabilidad a la manipulación a la que está sujeto el discurso público por parte de intereses privados y extranjeros; un mayor riesgo de pánico y comportamiento irracional entre los ciudadanos y los líderes; y extralimitaciones del gobierno, sin restricciones por parte de medios informativos desacreditados y una ciudadanía indiferente”. Hoy vemos una avalancha de falsedades, en palabras e imágenes, inyectadas en la conversación del público en campañas deliberadas realizadas por operativos que buscan una ventaja política, financiera o social. La desinformación impide el acceso del público a información exacta y necesaria para la participación cívica y la toma informada de decisiones. Ella socava nuestro discurso público, siembra discordia y debilita nuestro sistema político y, a la larga, la democracia que forma la base de nuestros derechos a expresarnos libremente. La fuerza de esta amenaza es evidente en cómo la desinformación ha disminuido infundadamente la confianza en nuestro sistema electoral, cobrado vidas al socavar la respuesta de salud pública a la pandemia de COVID-19 y alimentado una insurrección en el Capitolio que tuvo la intención de perturbar un traspaso de poder pacífico.
La prensa libre es una manifestación fundamental de la libertad de expresión, y los proveedores de desinformación perjudican expresamente este rol. Entre fotos manipuladas a rumores sembrados, mentiras en las cartas al editor, declaraciones engañosas y narrativas conspirativas recompartidas en las redes sociales, las personas periodistas se ven bombardeadas por engaños ya sea al informar sobre la política local o sobre guerras en el exterior. La difusión deliberada de falsedades contamina el espacio de la información, sembrando dudas y haciendo que sea difícil para las personas discernir la veracidad de las fuentes de noticias y distinguir los hechos de las falsedades. Los reclamos falsos “noticias falsas,” dirigidas a periodistas creíbles y a sus medios confunden aún más al público. Los estudios muestran que la falta de confianza que se debería dirigir a las fuentes de desinformación se suele proyectar en las fuentes de noticias respetables.2Un estudio de la Universidad de Harvard, por ejemplo, halló que la mayor exposición a las “noticias falsas” estaba asociada a una reducción de la confianza en los medios convencionales por parte de los participantes. Esto no solo disminuye la aceptación de información precisa y deteriora el sentido compartido de confianza del público, sino también disminuye más ampliamente el apoyo al rol de la prensa libre y la confianza en la misma. Por lo tanto, la desinformación debería tratarse como cualquier otro ataque a la prensa que impide la capacidad de reunir hechos, pone en peligro la validez de la cobertura periodística y denigra el profesionalismo de los medios. “Es una amenaza existencial a toda nuestra profesión”, dijo Luke O’Brien, un periodista que ha cubierto ampliamente la desinformación y el extremismo y es becario de investigación en el Centro de Medios de Comunicación, Política y Políticas Públicas de la escuela Kennedy de Harvard. “Nos dedicamos a contarle la verdad al mundo. . . Esta epidemia de la desinformación. . . ha socavado en gran medida la fe en los medios de comunicación, pero también la fe en la realidad en muchas formas, lo que crea las condiciones para un autoritarismo y fascismo reales, que constituye la máxima amenaza aquí. Y lo primero que ocurre cuando llega un autoritarismo con poder real es que se deshace de la prensa libre”.
La encuesta de PEN America tiene como objetivo explicar cómo las personas periodistas y editoras experimentan y responden a esta crisis de la desinformación, incluso el impacto que tiene en sus organizaciones de noticias y en su profesión y cómo cambian el modo en que ejercen su oficio frente a esta crisis. Una organización independiente y no partidista, FDR Group, realizó este estudio de investigación en nombre de PEN America durante la segunda mitad de 2021.3PEN America encargó a la organización de investigación no partidista e independiente FDR Group la preparación y realización de la encuesta. Para definir los temas y las preguntas a cubrir en la encuesta, se realizaron dos grupos de enfoque virtuales con periodistas de todo el país en abril de 2021. El instrumento de la encuesta creado por FDR Group, con aportes de PEN America, se probó de antemano con periodistas para asegurarse de que el texto de las preguntas fuera accesible y apropiado. Las preguntas se distribuyeron al azar y se rotaron las categorías de las respuestas en un esfuerzo por minimizar las fuentes de error ajenas al muestreo. En total, la encuesta incluyó 45 puntos: 33 fueron sustanciales y 12 fueron demográficos; en promedio llevó unos 10 minutos para completar. Además, se proporcionó una oportunidad abierta para que los participantes compartieran sus ideas para mejorar cómo profesionales del periodismo y la editoría contrarrestan la desinformación de manera eficaz o hablar en más detalle de cualquiera de sus respuestas.
Se usó Survey Monkey para administrar el cuestionario y recopilar los datos. Para desplegar la encuesta, se enviaron una invitación inicial y un recordatorio por correo electrónico de manera continua comenzando a partir de la segunda mitad de 2021 a un total de 22.405 periodistas incluidos en la base de datos integral que mantiene una compañía de marketing de medios de comunicación por internet. Los criterios usados para definir a profesionales del periodismo y la editoría fueron que debían tener base en los EE.UU.; desempeñar roles de editores o reporteros; y trabajar en los medios de prensa escrita, solo por Internet o emisoras (radio y TV) con alcance local, regional o nacional. El mensaje de correo electrónico, que incluyó una descripción del objetivo del estudio de investigación, garantías de anonimato y un enlace a la encuesta en línea, fue enviado por Suzanne Nossel, directora ejecutiva de PEN America. Esta difusión generó 857 encuestas completadas. Al mismo tiempo, el personal de PEN America se comunicó con sus propias redes de periodistas y organizaciones sin fines de lucro que prestan servicios a profesionales del periodismo y la editoría para alentar la participación en la encuesta en línea. Esta difusión generó 173 encuestas completadas. Un análisis de las dos fuentes de muestras mostró que no había diferencias discernibles en las actitudes y experiencias.
Los comentarios anónimos incluidos en este informe se toman de las respuestas a la pregunta abierta de la encuesta. Se realizaron entrevistas con periodistas y otros expertos en desinformación identificados con su nombre en el informe para complementar y contextualizar los hallazgos. El cuestionario en línea, informado por una serie de grupos de enfoque con profesionales de los medios, se distribuyó a periodistas y editores con base en los EE.UU. que trabajan en periódicos, emisoras de radio y televisión y organizaciones de noticias por internet dirigidos a audiencias locales, regionales y nacionales. La muestra de la encuesta se tomó principalmente de organizaciones de noticias registradas por una plataforma de monitoreo de medios que presta servicios a empresas de relaciones públicas y marketing; también incluyó al grupo de contactos y miembros periodistas de PEN America. La metodología de la encuesta garantizó el anonimato y se proporcionó una oportunidad abierta para comentarios. Se recibieron respuestas de 1.030 periodistas, de los cuales:
- El 56 por ciento trabajaba en periódicos y/o revistas, el 22 por ciento para medios por Internet exclusivamente y el 13 por ciento para estaciones de TV o radio; el 22 por ciento caracterizó a su organización de noticias como una organización sin fines de lucro.
- El 41 por ciento se describió como reporteros de planta, el 31 por ciento como editores, el 10 por ciento como trabajadores independientes, el 6 por ciento como ejecutivos de noticias, el 5 por ciento como relatores de opinión y el resto como productores, periodistas de video/audio/fotos u “otro.”
- El 76 por ciento se identificó como blanco, el 15 por ciento como periodistas pertenecientes a comunidades minoritarias y el resto eligió “otra” o no respondió.
- El 52 por ciento dijo que tenía 20 años de experiencia o más; el 7 por ciento dijo que tenía 4 o menos.
- El 42 por ciento dijo que su organización tenía menos de 20 periodistas, el 16 por ciento entre 20 y 49 periodistas, el 14 por ciento entre 50 y 99 periodistas, el 19 por ciento 100 o más y el resto no especificó.
El análisis de las respuestas de la encuesta muestra que el impacto de la desinformación en las personas periodistas y sus organizaciones de noticias sigue de cerca otras tendencias que PEN America ha identificado como amenazas importantes a la libertad de expresión y su rol vital para una sociedad democrática, equitativa e inclusiva. Incluyen:
- El aumento del abuso en internet. Las personas periodistas que cubren la desinformación o intentan contrarrestarla suelen ser objeto de campañas de acoso destinadas a socavar su integridad e intimidarlos para que se autocensuren. De los participantes de la encuesta, 58 por ciento dijo que fueron objeto de una o más formas de abuso, gran parte de la cual ocurre en internet incluidos correos electrónicos amenazantes, trolling, doxing, o “catfishing” por parte de una persona real que usa una identidad falsa. Como ha indicado PEN America en su informe No Excuse for Abuse (No hay excusa para el abuso) y en otros estudios de investigación sobre este tema, porque los escritores y periodistas realizan gran parte de su trabajo en internet y en público, son especialmente susceptibles a dicho acoso, y dentro de estas profesiones, los más atacados son los que se identifican como mujeres, BIPOC, LGBTQIA+ y/o miembros de minorías religiosas o étnicas. Las personas periodistas tienen un alto nivel de dependencia de Twitter, Facebook y otras redes sociales para mantenerse al tanto de noticias de última hora, conectarse con fuentes y llamar la atención a su trabajo. Esta visibilidad puede convertirlos en blanco, especialmente cuando intentan desmentir a los proveedores de desinformación que también operan por internet. PEN America ha desarrollado un Programa de Capacitación de Defensa contra el Abuso por Internet diseñado específicamente para los medios que buscan desarrollar políticas, protocolos y recursos para proteger y apoyar mejor a las personas periodistas acosadas por internet.
- La crisis en la cobertura de noticias locales. La reducción radical de medios locales que brindan cobertura a nivel comunitario tiene un impacto documentado en el acceso a las fuentes de información de confianza. Como se describe en el informe de PEN America Losing the News: The Decimation of Local News and the Search for Solutions (Perder las noticias: la aniquilación de las noticias locales y la búsqueda de soluciones), el cambio drástico del modelo de negocios de la industria de las noticias debido al cambio de la publicidad a plataformas digitales ha llevado al cierre de cientos de periódicos y a despidos masivos de reporteros y personal de las salas de redacción en aquellos que persisten. Las estaciones de radio y TV de mercados más pequeños se ven afectadas junto con los periódicos como resultado de que los fondos especulativos y conglomerados mediáticos compran medios de comunicación y los someten a recortes constantes de costos para conservar los márgenes de ganancias de los inversores. Con la pérdida de la cobertura de noticias locales, las comunidades tienen menos probabilidades de estar informadas sobre la situación política, de involucrarse en los aspectos cívicos, de ver a sus funcionarios públicos rendir cuentas o de poder acceder a información vital, como, por ejemplo, sobre la pandemia de COVID-19, compartida por fuentes conocidas, de confianza y conectadas a ellas en lo cultural. Esto ha creado un vacío de información, al mismo tiempo que la desinformación se difunde rápidamente y ha dejado cada vez menos periodistas que trabajan con muchos menos recursos para contrarrestarla. Como dijo un reportero comunitario, “Hay muchas formas de combatir la desinformación, como asignar periodistas especializados, contratar reporteros extra, pagar nueva tecnología o implementar programas especiales, que los periódicos pequeños de propietarios independientes, como en el que trabajo yo, no tienen ni los fondos ni el personal para implementar”. Los medios étnicos y comunitarios y las comunidades minoritarias en muchos casos se han visto afectados desproporcionadamente por esta crisis conjunta de aniquilación de las fuentes de noticias locales, el impacto económico de la pandemia y las distorsiones de las campañas de desinformación.
- Confianza socavada en la prensa. La difusión de desinformación ha contaminado la percepción del público incluso hacia las organizaciones de noticias que tienen códigos de ética establecidos y que se comprometen en demostrar que merecen la confianza del público. Los partidistas políticos como el presidente Donald J. Trump han usado acusaciones de “noticias falsas” en un intento explícito de socavar los informes que a ellos no les gustaban. La desinformación y las acusaciones falsas sobre la veracidad de los hechos pueden confundir a las personas y dividir a las comunidades, inseguras de en cuáles fuentes confiar, potencialmente llevándolas a colocar en la misma cesta a los medios con códigos de ética y normas y los que suministran falsedades. Esto ha llevado a una creciente falta de confianza: de acuerdo con un informe de 2021 del Pew Research Center, solo el 58 por ciento de los estadounidenses dice que tiene al menos algo de confianza en la información que proviene de las organizaciones de noticias nacionales, reducido del 65 por ciento que existía en 2019, y solo el 12 por ciento dice que tiene “mucha” confianza. Si bien son cada vez menos, las organizaciones de notificas locales siguen recibiendo una percepción más favorable: el 75 por ciento aún dice que tiene al menos algo de confianza en los medios locales en comparación con el 79 por ciento en 2019. Sin embargo, la brecha partidista en la confianza en los medios de noticias es drástica; el porcentaje de aquellos que se identifican como republicanos con al menos algo de confianza en las organizaciones de noticias nacionales cayó del 70 por ciento en 2016 al 35 por ciento en 2021, de acuerdo con un estudio de Pew. Esto tiene implicancias importantes para la capacidad de las organizaciones de noticias que valoran el periodismo factual para impactar a sus audiencias en su intento por contrarrestar la información falsa. Un participante de la encuesta de PEN America dijo, “como editor de asuntos públicos, la diseminación de información errónea sobre las elecciones de 2020 en particular es una inquietud considerable y constante. No solo por el reclamo falso de que se robaron las elecciones, sino porque la gente que cree que se las robaron no confiará en ningún otro informe que hagamos sobre política y figuras públicas porque no creen en nosotros en ese punto fundamental. Exacerba y acelera las realidades separadas en las que viven los consumidores de las noticias”.
Contrarrestar la desinformación es urgente y desafiante para los medios de comunicación
Casi todas las personas periodistas y editoras que respondieron a la encuesta de PEN America consideran la desinformación como un problema grave para el periodismo de hoy: 81 por ciento dice que es un problema muy grave y 16 por ciento dice que es algo grave. Una mayoría considerable también caracteriza el detectar y abordar la desinformación como una prioridad en sus medios de noticias, con un 40 por ciento que dice que se trata como “urgente” y un 47 por ciento que dice que se considera “importante pero no urgente”. Al preguntarles cuáles de las tres consecuencias de la desinformación les preocupaba más, el 62 por ciento dijo que la diseminación de información imprecisa que pudiera causar daño, un 35 por ciento dijo el menoscabo de la confianza del público en la cobertura de noticias y el 3 por ciento dijo distraer la atención de la gente de las noticias importantes. La mayoría de las personas encuestadas expresaron confianza en su propia capacidad para detectar la desinformación que pudiera surgir en su trabajo, con un 60 por ciento que dijo que tenía “mucha” confianza y un 39 por ciento “algo”. Sin embargo, en respuesta a una pregunta separada sobre el impacto de la desinformación en el trabajo periodístico , el 11 por ciento dijo, “Yo mismo, sin saberlo, he desinformado”. “La información precisa es la moneda corriente de los periódicos”, dijo un participante. “La desinformación debería ser considerada como la mayor amenaza”.
Al preguntarles con cuál enfoque los medios deberían abordar la desinformación, el 54 por ciento de los editores y periodistas que respondieron dijo que se debería hacer todo esfuerzo posible para desacreditar el contenido falso o engañoso a pesar del riesgo de que, con ello, se amplifique la falsedad. En comparación, el 27 por ciento pensó “los medios de noticias deberían discernir muy bien cuándo desacreditar la desinformación, incluso si significa que no se aborden las falsedades, porque escribir al respecto solo le da más visibilidad”. Una cantidad considerable, el 19 por ciento, no expresó seguridad acerca de qué enfoque era mejor. “Reconocer que en realidad hay riesgos acá, exponer a la gente a la desinformación y de alguna forma empeorar el problema, tiene muchos matices para las salas de redacción, que ya no tienen muchos recursos y que en cualquier momento ya están tratando de tomar decisiones de juicio”, dijo Craig Silverman, un veterano reportero de la desinformación de ProPublica. En un caso de 2020 que ilustra este tema, The New York Times investigó cómo un video manipulado de Joe Biden en el que parecía hacer comentarios racistas se había diseminado lo suficiente como para que casi 2 millones de personas lo vieran y halló que el video había obtenido un empuje crucial por haber sido incorporado por los medios convencionales dispuestos a desacreditarlo. “Definitivamente necesitamos hablar de esto y establecer pautas profesionales y aceptables” sobre cómo los medios deberían manejar los reportajes sobre la desinformación, escribió un participante de la encuesta. “Desacreditar o no desacreditar, esa es la cuestión”.
La desinformación tiene un impacto profesional y personal significativo en las personas periodistas
Los resultados de la encuesta muestran que lidiar con la desinformación es un desafío dominante para los reporteros y editores, que impone nuevas cargas profesionales, exige más habilidades, procesos y tiempo, y los afecta personalmente. Solo el 21 por ciento de los que respondieron dijo que casi nunca o nunca confrontan lo que ellos clasificarían como desinformación, a diferencia de otras dificultades periodísticas. En contraste, 76 por ciento dijo que tuvo que lidiar con la desinformación con regularidad, escribir al respecto, desacreditarla, explicarla o descubrirla, con 61 por ciento que dijo que esta necesidad surge algunos días y 15 por ciento dijo que ocurre todos los días o casi todos. “Los ataques se sienten abrumadores, desde los gobiernos autoritarios, desde actores no estatales con agendas políticas y ahora desde algunos funcionarios estadounidenses también”, dijo un participante. “Es agotador ser periodista hoy en día—la combinación de precariedad económica y toda la falta de confianza y ruido existente”.
Las personas periodistas que respondieron identificaron las fuentes de los casos más atroces de desinformación que encuentran en su trabajo como, primero, teóricos de conspiraciones de derecha y, segundo, funcionarios del gobierno, candidatos u organizaciones políticas. Dijeron que también encontraron desinformación de una variedad de otras fuentes con relativa frecuencia.
Al preguntarles sobre quién, en su experiencia, era el blanco más probable de los proveedores de desinformación, las personas periodistas calificaron a los votantes como los más frecuentes pero no como el único blanco probable que han visto. Cuando se desglosó a los participantes por raza, las personas periodistas pertenecientes a comunidades minoritarias tienen notablemente más probabilidades de ser conscientes de las campañas de desinformación diseñadas para engañar a los grupos de minorías sociales o étnicas (72 por ciento versus 46 por ciento de las personas periodistas blancas que dijeron que son conscientes de este tema), comunidades más pobres y personas que no hablan inglés. La periodista latina Maritza L. Félix, fundadora de Conecta Arizona, un “servicio de noticias útiles en español” indicó, “tenemos mal acceso a la buena información en nuestro idioma en los EE.UU., motivo por el cual nuestras comunidades están sujetas a información errónea … Somos el blanco y la cultura siempre desempeña un rol. Por ejemplo, con la pandemia y los remedios caseros que no siempre se alinean con la ciencia”.
Trabajar en un ambiente tan inundado de desinformación tiene implicancias importantes para las personas encuestadas. El 65 por ciento dijo que ha enfrentado hostilidad del público y el 53 por ciento dijo que consideró necesario estar atentos y limitar sus datos personales en internet. Muchos reflexionaron sobre la repercusión de sus experiencias para su profesión: el 42 por ciento dijo que sentía que una parte de su audiencia había perdido la confianza en ellos, el 30 por ciento estuvo de acuerdo en que “es más difícil hacer mi trabajo porque las fuentes probablemente respondan menos a mis pedidos”, y el 27 por ciento dijo que les lleva mucho más tiempo terminar una historia.
Las personas periodistas que enfrentan los desafíos de contrarrestar la desinformación reflexionaron sobre el momento en que ya están agotados por la carencia de recursos de una industria de noticias que corre peligro económico y que opera en medio de una ola de hostilidad impulsada por los políticos y extremistas de derecha. Casi la mitad (el 48 por ciento) dijo que se siente frustrado o abrumado y el 27 por ciento dijo que había considerado seriamente dejar la profesión. “Es como jugar a “aplasta al topo”, dijo Jareen Imam, ex gerente de NBC News que se centraba en la verificación de las noticias. “No se puede pasar tanto tiempo desacreditando o corrigiendo la información errónea porque la situación es muy generalizada”. Un participante de la encuesta escribió, “La necesidad de contrarrestar la desinformación se enfrenta a la necesidad de cubrir todas las cosas que en realidad están ocurriendo. Así que, en muchos de los días, no puede ser la prioridad, considerando todas las demás cosas que nuestros periodistas deben cubrir”. Otro agregó, “¡NECESITAMOS MÁS PERIODISTAS! ¡LOS QUE QUEDAN ESTÁN ABRUMADOS Y NO TIENEN TIEMPO PARA ENCARGARSE DE TODO EL MUNDO DE DESINFORMACIÓN EXISTENTE! (perdón por gritar)”.
La epidemia de la desinformación es inseparable del aumento de las amenazas, el acoso y la intimidación hacia las personas periodistas. Los reporteros que se enfocan en desacreditar las falsedades o que investigan las campañas de desinformación suelen ser objeto de esfuerzos para intimidarlos para que se silencien o se censuren a sí mismos. La desinformación también se despliega contra periodistas y medios en particular para socavar su credibilidad e integridad. El 58 por ciento de los participantes de la encuesta dijo que había estado sujeto a una o más tácticas de intimidación, incluidos 41 por ciento que dijo que había recibido llamadas, correos electrónicos o cartas amenazantes y 22 por ciento que había sido acosado en persona mientras hacía su trabajo. El 15 por ciento dijo que había agregado precauciones de seguridad personal a su rutina diaria debido a temer por su seguridad. Anita Chabria de Los Angeles Times contó cómo después de que ella y una colega cubrieron en 2021 a un grupo de extrema derecha con retórica basada en desinformación que estaba trabajando para tomar un gobierno local en el norte de California con el apoyo de una milicia, un líder del grupo habló en un podcast y las llamó a ella y a su colega Nazis de los que había que “ocuparse”. “Esa es una amenaza con intención de intimidar”, dijo Chabria. “Esto tiene la intención de hacerme pensar dos veces antes de seguir con una historia, ¿no? Eso— ese tipo de cosa es tan común”. Chabria dijo que ahora guarda un chaleco antibalas en su armario.
Aunque no se lleven a cabo, estas amenazas crean estrés que puede dificultar significativamente el trabajo de las personas periodistas y a los medios se les pide cada vez más que entiendan y aborden este fenómeno. “Tenemos que considerar seriamente el impacto de nuestro trabajo en nuestra salud mental y la de nuestros colegas”, dijo un participante. “Tenemos que pensar en. . . cómo podemos establecer protecciones sistémicas para nuestra gente. Creo que no estamos haciendo lo suficiente al respecto”. Chabria está de acuerdo en que los medios consideran estos casos como “cosas que pasan una sola vez. Tipo, ‘Oh, este reportero está trabajando en esta historia y esta gente lo está persiguiendo’. Pero es una táctica de los extremistas. Y (los medios) no están protegiendo a nuestros periodistas de esa táctica de una forma global y reflexiva que reconozca que es un tema generalizado”.
El acoso en las redes sociales, desde amenazas violentas y agravios de odio a acoso sexual y doxing, es un componente perjudicial de este entorno peligroso para las personas periodistas, incluso para quienes trabajan para desacreditar la desinformación. De los participantes de la encuesta, 21 por ciento dijo que había sido objeto de “catfishing” mediante el cual una persona usa una identidad falsa en línea. O’Brien, mientras se desempeñaba como periodista especializado sobre la desinformación para HuffPost, dijo que después de que se comunicó para obtener comentarios de un operador de una cuenta influyente de Twitter que frecuentemente difundía mentiras islamofóbicas, la persona tuiteó un aluvión de ataques falsos contra él a sus más de 200.000 seguidores. Se produjo una “avalancha de abuso y amenazas de muerte”, algunas incluso antes de que se publicara la historia, dijo. Otra periodista que respondió a la encuesta contó cómo fue atacada dentro de su propia comunidad: “Cuando dije que me “trolearon”, en realidad me refería a que fui ciberacechada. Había un grupo de Facebook dedicado a ciberacecharme que, sin que se dieran cuenta sus creadores, era público, así que pude ver todo lo que estaban diciendo. Le mencioné a alguien del pueblo que sabía de su existencia y el grupo se hizo privado menos de una hora más tarde”.
Casi todas las personas periodistas dijeron que la prevalencia de la desinformación había causado cambios en cómo ejercen el periodismo y experimentan su profesión.
Dos tercios de los que respondieron dijo que con más frecuencia desacredita las falsedades directamente o expande el contexto que proporciona en sus historias. “Las personas periodistas pueden ser ejemplos de ciudadanía digital responsable y ser más transparentes dentro de su trabajo sobre la procedencia de la información, cómo se adquiere, etc., para que los lectores puedan hacer un seguimiento de los pasos tomados”, escribió un participante. Félix, cuyo medio llega a comunidades hispanoparlantes en la frontera entre EE.UU. y México, descubrió abogados de inmigración que vendían sus servicios en base a reclamos falsos sobre cierres inminentes de la frontera o riesgos de perder la visa si se vacunaban en EE.UU. “Se estaban aprovechando de la gente”, dijo. Conecta Arizona recopiló estos videos llenos de información errónea de Facebook y TikTok e identificó las falsedades para la comunidad. “Estaba intentando recopilar todo para que ellos entendieran y les dije en realidad que este abogado no tenía buenas intenciones, está cambiando la información para su propio beneficio e interés”.
Las personas periodistas también dijeron que habían aumentado sus esfuerzos para generar y regenerar la confianza de sus audiencias mediante la transparencia y la comunicación. “La desinformación y la desconfianza en las personas periodistas ha creado una guerra con muchos frentes”, dijo uno. “Tenemos que entrar en la riña para explicar quiénes somos, qué hacemos y cómo lo hacemos y que somos un grupo de gente apasionada y curiosa comprometida con la verdad”.
Un tercio de los encuestados dijo que se encontró cuestionando sus propios instintos periodísticos, un cuarto citó la cantidad abrumadora de verificación de datos requerida para contrarrestar los efectos deliberados de engañarlos y el 17 por ciento dijo que directamente había decidido evitar cubrir una historia por temor a ser acusados de que su trabajo constituía “noticias falsas”.
Los medios necesitan más y mejores estrategias para manejar la desinformación
Los hallazgos de la encuesta indicaron una falta de respuestas formalizadas por parte de los medios en proporción a la prevalencia, la urgencia y el impacto de la desinformación en las personas periodistas. Esto se atribuyó a múltiples factores interrelacionados que incluyen la complejidad del problema y las posibles estrategias variadas para contrarrestarla, limitados recursos organizacionales y capacidad de las salas de redacción, falta de conocimiento de las herramientas y técnicas, y múltiples prioridades en competencia.
El 40 por ciento de las personas encuestadas dijo que su medio no tenía ninguna estrategia organizativa para abordar las implicancias de la desinformación para sus periodistas y las personas periodistas tenían que lidiar con el tema solos. Otro 21 por ciento dijo que había procesos establecidos pero que “todavía les falta mucho”. Solo el 30 por ciento pensó que sus medios tenían una estrategia generalmente efectiva. Hubo algo de diferencia en esta evaluación dependiendo de qué función desempeñaba el participante en la sala de redacción, con una probabilidad apenas mayor de que los editores, no tanto así los reporteros, piensen que su medio responde efectivamente a la desinformación. Treinta y cuatro por ciento de los que se identificaban como editores dijo que su medio había “establecido procesos que suelen ser efectivos para contrarrestar la desinformación,” en comparación con el 25 por ciento de las personas periodistas de planta que dijo esto. Los editores también tenían más probabilidades que los reporteros, el 48 por ciento comparados con el 31 por ciento, de pensar que su medio está aumentando el énfasis en “elegir los titulares, encabezados y fotos que minimicen su mal uso potencial como desinformación”.
Especialmente drástico es el hallazgo de que de los ocho pasos que la encuesta ofreció como prácticas disponibles para las organizaciones de noticias para contrarrestar la desinformación y su impacto, el 32 por ciento dijo que su medio no ha tomado ninguno de ellos. También cabe destacar las brechas entre aquellos que ven estas estrategias como ya establecidas en sus medios y aquellos que creen que probablemente sean más efectivos como práctica periodística en el contexto de la desinformación.
Incluso para medios importantes con compromiso de larga data con un periodismo de confianza y una estrategia cambiante y reflexiva para ajustar sus esfuerzos de recopilación de noticias, lidiar con las pruebas a las que los somete la desinformación es un nuevo tipo de desafío. En el Los Angeles Times, Chabria comparó el momento actual con la víspera del movimiento #MeToo en 2017 o enfrentar el racismo después del asesinato de George Floyd en 2020. “Hay algo significativo que está por ocurrir y los medios no están siendo proactivos en determinar qué”, dijo. “La desinformación y los estragos que causará en las próximas elecciones son evidentes para la mayoría de las personas que prestan atención. Y no creo que los medios no se estén dando cuenta. Pero sí creo que no han advertido que van a tener que abordarla fundamentalmente de un modo que abarque a todo el medio en sí”.
La situación es más incierta en la mayoría de las organizaciones de noticias que son más pequeñas y tienen menos recursos, en especial en las que los recortes presupuestarios y los despidos inducidos por el colapso de la industria de las noticias han disminuido el personal a todos los niveles. “Ustedes han sugerido tantas mejoras sin considerar que la mayoría de las organizaciones de noticias locales están tan disminuidas crónicamente que apenas podemos cubrir una reunión de un concejal o un accidente vehicular”, respondió un participante. “Todo sería maravilloso y nada sería posible. ¿Atraer a gente de diferentes colores, etnias, antecedentes, etc.? Gran idea pero no se puede llevar a cabo cuando esa genta ganaría más si trabaja en Target”.
Sistemas débiles en la sala de redacción para contrarrestar la desinformación con rapidez. Solo el 36 por ciento de los participantes opinaron que su organización de noticias está “haciendo buen trabajo” en cuanto a hacer que los editores senior establezcan procesos sólidos para contrarrestar la desinformación. Incluso menos, el 23 por ciento, vio que existieran sistemas en sus salas de redacción para responder rápidamente a la desinformación, aunque el 73 por ciento pensó que esto sería un paso generalmente efectivo. Los participantes observaron que las salas de redacción enfrentan decisiones complejas a nivel editorial y en función de las prioridades de los recursos. En el caso de eventos noticiosos, manifestaciones contra el mandato acerca del uso de mascarillas por COVID, por ejemplo, tienen que considerar si cubrirlos y, si lo hacen, cómo cubrirlos cuando la cobertura podría amplificar la desinformación. Y reforzar los equipos de verificación de datos de rápida respuesta podría ocurrir a costa de otras prioridades. Shana Black, que dirige Black Girl Media, una compañía mediática independiente con una audiencia principalmente femenina y afroamericana del noreste de Ohio, planteó la pregunta así, “¿Deberíamos gastar dinero en las cosas que necesitamos para asegurarnos de combatir la información errónea, o deberíamos asegurarnos de que las personas puedan recibir información sobre la vivienda o recuperación económica?”.
El paso que las salas de redacción han tomado con más frecuencia, aunque reportado por solo el 36 por ciento de los participantes, es colocar más énfasis en elegir titulares, primeros párrafos y fotos para minimizar su mal uso potencial como desinformación. Como ejemplo del riesgo se compartió una noticia del Chicago Tribune con el titular “Un médico ‘sano’ murió dos semanas después de vacunarse contra COVID-19; CDC está investigando por qué” que fue el enlace más visto en las cuentas de Facebook de los EE.UU. en el primer trimestre de 2021, visto por casi 54 millones de personas. Luego el New York Times descubrió que seis de las 20 primeras personas que lo compartieron eran cuentas que por lo general publican contenido anti-vacuna. Muchas menos personas vieron la noticia posterior que relató que, después de una autopsia, la muerte del médico se atribuyó a causas naturales. “Debería haber una lista de palabras a las que estar atentos cuando creamos titulares y escribimos reportajes”, dijo un participante de la encuesta. “Paso mucho tiempo pensando con detenimiento en las palabras que uso, en particular en los titulares, ya que allí es donde la mayoría de las personas deja de leer”.
Los participantes también observaron que las políticas de las salas de redacción deben apoyar directamente la exposición de falsedades. “Necesitamos que los propietarios y gerentes nos apoyen cuando llamamos una mentira a una mentira”, escribió un participante. “Muchas veces, todos están atascados en el concepto de los ‘dos lados de la historia’ de ‘equilibrar’ un reportaje y esto puede crear la impresión de que la desinformación tiene una postura legítima en algún tipo de contexto de ‘periodismo justo’”. Otro participante agregó, “Cuando se puede demostrar que una persona ha realizado una declaración que se sabe que contiene hechos falsos, se debe mencionar, simple y directamente. . . Se debe hacer cada vez que un lado cuente con hechos y datos y el otro no tenga nada, solo retórica”.
Las personas periodistas informaron que no pueden igualar la velocidad a la que la desinformación viaja. “Es tan rápido que nos podemos equivocar, porque uno quizá no tenga tiempo de examinarla y puede propagarse con tanta rapidez”, dijo Black. “Si hay un tuit o una publicación de desinformación en las redes sociales y tuiteada o publicada por una persona influyente o un rapero, hay un millón de personas que la comparten. Y entras al ciclo de noticias de las 6:00, y la pregunta entonces es, ¿es una historia legítima? Y quizá no tengas tiempo de examinarla, pero la gente te está mirando a ti”. Otro participante agregó, “Me gustaría que dedicáramos algo más de recursos para identificar la información falsa tan pronto como comienza a propagarse y escribir noticias adaptadas a la SEO [optimización del motor de búsqueda] que proporcionen los hechos contrarios. Es probable que la gente que encuentra información errónea vaya a Google para ver si puede encontrar algo que la desacredite y, si no hay un titular que lo haga, el riesgo es que comiencen a creerle a la fuente falsa”.
P 16. Al pensar en los temas que usted cubre, ¿en cuáles de las siguientes redes sociales, si corresponde, ve la mayor proliferación de desinformación? (No alcanza un total de 100% debido a la existencia de respuestas múltiples.)
88% Facebook; 63% Twitter; 45% YouTube; 24% Parler; 20% Instagram; 19% TikTok; 18% Nextdoor; 18% Reddit; 10% WhatsApp; 4% None of the above
La interacción entre el periodismo y las redes sociales que diseminan tanto informes confiables como falsos es otro desafío de la sala de redacción que señalan los participantes. “Además de nuestro periodismo, siempre tenemos muy presente la difusión de nuestras noticias, principalmente a través de las redes sociales o Google AMP”, dijo un participante. “Muchos de los sistemas de los que dependemos para nuestros clics (y por lo tanto, nuestros ingresos provenientes de la publicidad) son los mismos sistemas que hacen que las campañas generalizadas de desinformación sean posibles. Es verdaderamente deprimente. Hay una línea muy delgada entre la carnada de clic y la desinformación. . . Trato de hacer mi parte, pero siento que soy el rey Cnut tratando de detener las olas que rompen. Eso, además de los plazos ajustados y la incesante demanda de mis editores que produzca más, me hace sentir como que las olas me están ahogando”. Para algunos, la presión para ser el primero en el espacio digital choca con el cuestionar la desinformación. “Los editores piensan sobre todo en la velocidad para llegar al mercado y los titulares carnada de clic, a expensas de tomarse el tiempo para asegurarse de que algo sea correcto y completo, incluyendo el contexto”, dijo un participante. “Hasta que esa competencia disminuya, podemos ser vulnerables a los actores malignos que tratan de estafarnos”. Muchos culparon a los nuevos modelos de negocio en la industria de noticias que han llevado a la adquisición y consolidación de los periódicos y emisoras independientes por corporaciones impulsadas por fondos especulativos. “Los medios locales están siendo aplastados por un autobús conducido por los medios corporativos. . . . Mi compañía, como otros medios corporativos, ha centrado sus esfuerzos en las vistas de página y los clics’’, dijo un participante. “Los titulares nacionales sindicados a nuestro sitio web y redes sociales han sido víctimas del sensacionalismo. Lo único que hacen es promover la difusión de la desinformación”.
Pocos equipos especializados en verificación de datos y escaso periodismo especializado sobre la desinformación. Si bien las personas periodistas observaron lo vital que es la verificación de datos y las prácticas de verificación rigurosa, sólo 14 por ciento reportó que sus salas de redacción habían establecido un equipo de planta dedicado a la verificación de datos, a la desacreditación y la redacción de noticias sobre falsedades planteadas por los proveedores de desinformación. La mitad de los participantes pensó que esto sería generalmente efectivo. Varios participantes observaron que pocas organizaciones de noticias tienen los recursos para crear una plantilla integral de expertos dedicados exclusivamente a abordar las falsedades que se difunden en diferentes formatos y plataformas de contenido, videos, fotos, redes sociales y texto inclusive. Varios dijeron que para este tipo de contenido dependían de servicios de noticias más grandes que cuentan con estos departamentos para este contenido. Uno afirmó , “La capacidad para proporcionar artículos explicativos sobre temas controvertidos debería ser un modelo que usan más medios para verificar los datos de la desinformación generalizada. Estos tipos de artículos resumirían el tema con fuentes acreditadas para informar al público”.
Otros sugirieron que la desacreditación y la cobertura de la desinformación debería integrarse a la tarea habitual del periodismo “especializado”. “El problema con asignar a la ‘desinformación’ como un tema a un reportero/equipo es que ninguna persona puede tener experiencia suficiente como para saber con facilidad a) qué no es verdad y b) qué es más perjudicial”, dijo un participante. “Si el medio decide que la mejor estrategia para contrarrestar la desinformación es escribir una noticia sobre por qué la información no es verdad, ese tiene que ser el trabajo del reportero especializado con la experiencia en ese asunto (que no me encanta, y soy un reportero especializado que odia escribir verificaciones de datos, pero es verdad)”.
Algunos periodistas y editores se desesperaron por no poder llegar a aquellos que están desconectados de una base común de hechos. Un participante mencionó que su organización se había asociado a un servicio de verificación de datos sin fines de lucro porque pensó que un tercero transmitiría legitimidad a su audiencia. En su lugar, el medio encontró que las personas ya desconfiadas solo agregaban al servicio muy respetable a su lista de grupos en los que desconfiar. Otro dijo, “La audiencia que más necesitaría escuchar una historia con verificación de datos *sobre* la desinformación ya está casi totalmente alejada de nosotros. No vale la pena escribir una historia que verifique los datos de un ‘hecho alternativo’ cuando el hecho alternativo existe en una realidad política separada y extremadamente inventada”. Un participante que se identificó como ex periodista dedicado a la verificación de datos dijo que en su experiencia, “los lectores desean conocer los hechos y la verdad, pero se sienten sermoneados con informes sobre ‘desinformación’ y artículos sobre verificación de datos, lo cual genera resentimiento y desconfianza de un establecimiento mediático que parece tener una autoridad misteriosa y omite contexto vital cuando produce cantidades masivas de contenido … Por otro lado, los informes sobre ‘desinformación’ se suelen convertir en armas políticas y causan toda una serie de problemas adicionales”.
Solo el 9 por ciento de los participantes de la encuesta dijo que su medio tiene un periodista cuyo foco es la desinformación y su impacto. Silverman, que reporta sobre la desinformación para ProPublica, considera su especialización como un elemento importante de defensa de la sala de redacción. “Hay un juego del gato y el ratón, en el cual las técnicas del des-informante, los enfoques que usa, evolucionan constantemente”, dijo. “Y si no tienes a la gente que se dediquen, de tiempo completo o parcial, al mantenerse bien al tanto, se te van a escapar cosas. O en el peor de los casos, te vas a tragar algo, le vas a dar tu aprobación y compartir algo falso o engañoso, que es una de las mayores pesadillas de las personas periodistas y las organizaciones de noticias.” Damaso Reyes4Asesoramiento de Damaso Reyes sobre los proyectos de PEN America sobre las respuestas de la comunidad a la desinformación., periodista y experto en alfabetización mediática, agregó, “Creo que no entendemos plenamente el alcance, la escala y la profundidad de la información errónea. Hemos comenzado a cubrirla más y hablamos más sobre el tema cuando se trata de QAnon, el 6 de enero o la negación sobre COVID. Pero se ha vuelto una parte tan fundamental de las vidas de muchos estadounidenses y necesitamos abordar el tema holísticamente”.
Las personas periodistas encuestadas no están completamente convencidos sobre los méritos de contar con un periodista especializado en la desinformación; el 41 por ciento apoyó esta estrategia como una respuesta generalmente efectiva. “No sé si hará mucho para contrarrestar todo el daño a nivel individual, pero es uno de los problemas más importantes que enfrenta nuestro país, y debería ser documentado,” dijo un participante que, sin embargo, agregó, “mi sensación general es que la propaganda política es muy efectiva y es casi imposible convencer de lo contrario a la mayoría de la gente que la cree. Hablando en general, creo que para la mayoría de las personas es una causa perdida. De todos modos, el impacto es tremendo y se debería cubrir. Quizá esto podría incitar grandes medidas para reducir el flujo de la desinformación, con lo que podría evitar que se engañe a más personas”.
Alfabetización mediática insuficiente. Las personas periodistas que responden a la encuesta dan mucho valor a conectarse con las comunidades a las que sirven y ayudarlas a entender tanto cómo funcionan los medios de noticias fiables y cómo identificar la desinformación. Sin embargo, solo el 14 por ciento dijo que sus medios de noticias estaban creando asociaciones para mejorar la “alfabetización mediática” del público5El kit de PEN America sobre alfabetización mediática y defensa contra la desinformación Knowing the News (Conocer las noticias) se puede encontrar aquí.. “En general, he hallado que la gente no sabe lo suficiente sobre cómo trabajamos”, dijo un participante. “Una vez que explico el rigor y la solidez (y duración) de lo que ocurre cuando uno elabora un reportaje, cómo se edita y el proceso de verificación al que se somete, se suelen sorprender y lo ven de modo diferente”. Otro participante dijo, “La mayoría de la gente con la que hablo que no trabaja en los medios se sorprende genuinamente cuando le explico que la sección de opinión es independiente, figurada y literalmente, de la sala de redacción en general.” Un tercer participante sugirió que las personas periodistas deberían ser “vistas por el público como parte de sus comunidades. . . Es menos probable que me acose la gente que me ve frecuentemente como parte de su comunidad, es más probable que entienda lo que hago”.
Varios participantes instaron a los reporteros y editores a interactuar con el público fuera de los límites de las notas específicas en las que están trabajando. “Me parece una lástima que tengamos que ‘volver a generar confianza’ en comunidades a las que hemos servido por décadas, pero eso es lo que ocurre”, dijo un participante. “Por naturaleza, las personas periodistas tienden a alejarse de la interacción con el público, diciendo a veces que es la única forma de seguir siendo objetivos. Debemos hacer ver a las organizaciones de noticias y a las salas de redacción lo erróneo que es ese concepto. Mantenerse ‘alejados’ no equivale a ser ‘objetivos’”. Otro participante, sin embargo, reconoció que encontrar tiempo para esta interacción adicional es difícil: “Tenemos tan poco personal que siempre nos estamos escabullendo para hacer el trabajo central, lo que significa que no nos enfocamos lo suficiente en la comunidad”.
Se dio peso considerable a la capacitación formal para el público: “Creo que la alfabetización y educación mediáticas son clave. Tantos lectores no reconocen la diferencia entre una noticia legítima y un blog de noticias falsas. Y cuando pueden, algunos confían en el medio que proporciona la noticia falsa más que en un periódico histórico porque al periódico se lo considera ‘convencional’”. Otro participante agregó, “No es suficiente capacitarnos como periodistas y personal de la sala de redacción. Tenemos que capacitar deliberadamente a nuestras comunidades sobre cómo discernir, verificar los hechos y desacreditar la información en las escuelas y en las conversaciones diarias (sin gritar). Hacer que la alfabetización mediática sea un componente de educación cívica debería ser obligatorio para el beneficio y el bien de todos”.
P 5. ¿Su medio de comunicación está dirigido principalmente a una audiencia general o más bien a una comunidad demográfica específica?
83% General audience; 17% Specific demographic community
No se presta suficiente atención a las comunidades que son blanco de la desinformación. El 35 por ciento de los participantes de la encuesta dijo que su medio había tomado medidas para atraer y contratar periodistas para crear la amplia gama de perspectivas en la sala de redacción necesarias para detectar y desmenuzar mejor la desinformación; de este número, medida que un 69 por ciento de los participantes afirmaron que sería generalmente efectiva para contrarrestar su impacto. Solo el 21 por ciento dijo que su medio dedica recursos a desarrollar relaciones en comunidades donde es más probable que circule la desinformación debido a campañas de desinformación enfocada. “Es clave sacar a las personas periodistas de sus burbujas culturales/económicas para entender por qué la desinformación se puede propagar y cómo cubrir las noticias que afectan a esas comunidades para que puedan sentirse vistas y comprendidas”, dijo un participante. Félix agregó, “Tenemos que comenzar a cambiar … a quiénes colocamos en puestos de liderazgo y quiénes representan en nuestras propias salas de redacción a las comunidades que servimos… Hay tantas cosas que estamos haciendo mal que podemos arreglar con tanta facilidad para comenzar a combatir la información errónea antes de que se cree”.
Los estudios de investigación indican que los proveedores de desinformación abordan a las comunidades marginadas o a las que las fuentes de noticias no sirven con eficacia,6Los estudios muestran el impacto desproporcionado de la desinformación en las personas pertenecientes a comunidades minoritarias, las mujeres, las comunidades LGBTQIA+ y las personas servidas inadecuadamente por las fuentes convencionales de información. Se puede encontrar un debate sobre este tema aquí, aquí y aquí. incluidas aquellas comunidades minoritarias, en las que el inglés no es la lengua principal y en las que escasean las fuentes fiables de noticias. “Como suelen hacer las personas inteligentes que crean la desinformación, se basan en las divisiones existentes, la historia traumática existente, para respaldarla”, dijo Reyes. Si bien en general hubo pocas diferencias en las respuestas a la encuesta por parte de los editores y periodistas al desglosarlos por raza, los resultados sí mostraron que es más probable que las personas periodistas pertenecientes a comunidades minoritarias sepan de las campañas de desinformación diseñadas para engañar a los grupos de minorías étnicas y raciales. El 72 por ciento de las personas periodistas pertenecientes a comunidades minoritarias dice que es consciente de las campañas de desinformación dirigidas a minorías raciales o étnicas, en comparación con el 46 por ciento de periodistas blancos que dijo esto. Las personas periodistas pertenecientes a comunidades minoritarias también son más propensos que las personas periodistas blancas a ser conscientes de campañas de desinformación dirigidas a comunidades pobres (63 por ciento versus 46 por ciento) y a las personas que no hablan inglés (48 por ciento versus 28 por ciento).
El tema de cuán preparadas están las salas de redacción parece ser particularmente urgente en las que cubren, sirven y/o están dirigidas por comunidades minoritarias. Muchos de los hallazgos de la encuesta sugieren que las personas periodistas pertenecientes a comunidades minoritarias son más propensos a percibir la necesidad de recursos que podrían ayudarlos a contrarrestar la desinformación: el 74 por ciento de las personas periodistas blancas y la misma cantidad de las personas periodistas pertenecientes a comunidades minoritarias dice que “tener sistemas establecidos para responder a la desinformación con rapidez” sería una forma generalmente efectiva de contrarrestar la desinformación. Pero cuando ese resultado se desglosa por raza, 15 por ciento de las personas periodistas pertenecientes a comunidades minoritarias dice que su medio tiene dichos sistemas establecidos en comparación con 24 por ciento de las personas periodistas blancas. Al describir la desinformación en idioma español como “una avalancha que te persigue”, Félix dijo que la pandemia puso de relieve las brechas que existen en las noticias disponibles para hablantes de inglés y español, incluso de parte de fuentes confiables. “No se podía encontrar información confiable en español, todo estaba mal traducido por Google’’, dijo, pero su medio batalló para que satisfacer la necesidad. “No tenemos los recursos, es así de simple. Siempre tenemos este pedacito bien chiquito del pastel”. Además, el 44 por ciento de las personas periodistas pertenecientes a comunidades minoritarias, en comparación con el 62 por ciento de las personas periodistas blancas, dice que tiene mucha confianza en su propia capacidad de detectar la desinformación.
El amplio trabajo de PEN America realizado directamente con comunidades minoritarias para combatir la desinformación sobre la vacuna contra COVID-19 mostró una escasez de mensajes culturalmente competentes en el idioma en los medios convencionales, un subproducto del fenómeno de los “desiertos de noticias” en los que la contracción de la industria de las noticias locales ha dejado a las comunidades sin reporteros para cubrirlas, con falta de diversidad en los medios de noticias existentes y otros factores. Este vacío de información agravado por las inequidades preexistentes abre la puerta a los proveedores de desinformación. “Lidiar con la información errónea es como un tipo de especialidad”, dijo Reyes, que ha trabajado estrechamente con organizaciones de noticias que sirven a las comunidades minoritarias. “Entonces, ¿están recibiendo esa capacitación? ¿Están recibiendo recursos? ¿Saben cómo verificar los hechos correctamente? ¿Saben cómo contrarrestar la información errónea sin amplificarla? . . . En muchas de estas salas de redacción, usted podría ser uno de cuatro o cinco periodistas en toda la redacción. Entonces, ¿tiene el tiempo? ¿Recibe el desarrollo profesional para lidiar en realidad con el tema? La respuesta sería “no”, en la mayoría de las salas de redacción que sirven a las comunidades minoritarias, creo.”
Las personas encuestadas también mencionaron la necesidad de contar con mensajeros de confianza y estrategias especializadas adaptadas para diferentes audiencias. “La pregunta es, como periodista, ¿cómo equilibra el deseo de asegurarse de que está promoviendo información precisa con quizá un deseo por reflejar correctamente lo que los miembros de la comunidad sienten, incluso si lo que sienten está basado en información errónea?”. Reyes dijo. Black, cuya compañía mediática sirve a una amplia audiencia afroamericana, dijo que se interesó en combatir la desinformación “porque me di cuenta de que muchos de mis seres queridos, familiares, amigos y lectores son objeto de su ataque”. En vez de enfocarme en desacreditar historias específicas, dijo ella, trata de dar a su audiencia las herramientas para que ellos mismos identifiquen la desinformación en sus comunidades. “Es más fácil para ellos decir, ‘no hermana,’ o ‘no, tía,’ o ‘no hermano, eso no es real’”. dijo ella.
Los reporteros y editores y sus medios necesitan estrategias, herramientas y capacitación
Las respuestas a la encuesta de PEN America muestran el abismo entre la alarma sobre la desinformación entre las personas periodistas y el grado al que las salas de redacción están equipadas con las estrategias y herramientas que necesitan para tomar medidas. Los medios de noticias perciben la inmediatez de la amenaza de la desinformación y que los reporteros y editores sienten su impacto con fuerza, pero se ven desafiados para establecer una respuesta integral y sistemática. Las razones son en gran medida entendibles: falta de recursos financieros y profesionales, prioridades urgentes y encontradas, escasez de habilidades especializadas, y las falsedades y sus proveedores, un objetivo cambiante y clandestino. Para hacerlo aún más difícil, la discordia y la polarización en las comunidades a las que los medios de noticias se empeñan en servir y el fracaso histórico de no abordar plenamente a toda la diversidad y amplitud de sus potenciales audiencias. Los factores que podrían volver a los lectores y escuchas más susceptibles a aceptar las falsedades como hechos también complican la respuesta, incluida la falta de entendimiento sobre cómo funcionan los medios confiables y la complejidad de elegir entre el torrente de medios en competencia.
Aproximadamente uno de tres periodistas opinó que sus medios hacen un buen trabajo en cuanto al conjunto de pasos específicos que se podrían tomar para contrarrestar el impacto de la desinformación al recopilar y compartir noticias. La mayor parte, 36 por ciento de los participantes, piensa que sus medios están logrando tener líderes de la sala de redacción que establecen sistemas sólidos para contrarrestar la desinformación; sin embargo, el 33 por ciento vio la necesidad de mejora, el 18 por ciento dijo que a su medio le falta mucho para alcanzar esto y el 13 por ciento no estuvo seguro. Cuando los hallazgos se desglosan por cargo en la sala de redacción, los editores tenían más confianza, ya que el 44 por ciento dijo que esto se manejaba bien comparado con el 31 por ciento de las personas periodistas de planta.) Solo un tercio pensó que su sala de redacción está haciendo bueno trabajo en cuanto a saber cuándo “pre-desacreditar,” reportar preventivamente información correcta antes de que se disemine la desinformación, e incluso menos—21 por ciento—vio esfuerzos efectivos para abordar cómo la desinformación recorre las comunidades que son particularmente vulnerables a las campañas de desinformación, debido al idioma, aislamiento y otros factores.
Una gran mayoría de las personas periodistas dijo que necesitaba aprender más sobre las herramientas que podrían ayudarlos a contrarrestar la desinformación en su propio trabajo. Los participantes comentaron que estas metodologías no se enseñan por lo general en las escuelas de periodismo y, dada la falta de protocolos sistemáticos en las salas de redacción para lidiar con la desinformación, pocos medios proporcionan capacitación con regularidad sobre estas habilidades. Apenas un 18 por ciento de los participantes opinó que sus organizaciones de noticias hacían un buen trabajo en cuanto a ofrecer desarrollo profesional sobre cómo detectar y cubrir la desinformación. Solo un 21 por ciento dijo que les daban capacitación y pautas a las personas periodistas sobre cómo cubrir la desinformación, una intervención que 80 por ciento dijo que pensaba que sería generalmente efectiva. “Todos en la sala de redacción deberían estar capacitados en la recopilación básica de noticias de las redes sociales, por ejemplo, poder ver una foto o video y discernir al respecto y poder tomar medidas básicas para verificar si es legítima”, dijo Imam, ex gerente de NBC News que se concentraba en verificación de los reportajes. “Esto no debería ser algo únicamente para un pequeño grupo de especialistas como suele ser”.
Solo el 19 por ciento de los encuestados dijo que usa nuevas tecnologías y herramientas para detectar la desinformación. Al preguntarles sobre una serie de herramientas para detectar los esfuerzos de introducir desinformación en la cobertura de noticias, la mayoría de los participantes dijo que necesitaba obtener más información sobre la mayoría de ellos. La brecha más grande fue en el conocimiento de cómo usar las herramientas para detectar bots o verificar imágenes. Hubo más confianza en el uso de los sitios de verificación de datos.
Los especialistas en el campo explican que las herramientas en línea de detección de desinformación no suelen crearse específicamente para que las usen las personas periodistas y, como resultado, su uso es poco intuitivo. Hay poco incentivo para que las compañías de tecnología lo hagan mejor porque las personas periodistas representan un mercado mucho más pequeño que los profesionales de seguridad de la información. E incluso cuando estas metodologías están más personalizadas para el periodismo, en la actualidad no hay ningún puente efectivo para concientizar a los reporteros al respecto e incorporarlas a las salas de redacción. “Por un lado están las herramientas, pero por otro hay que asegurarse de que las salas de redacción las conozcan y estén capacitadas para usarlas y que se actualicen constantemente con lo último disponible”, dijo Silverman, de ProPublica. “Eso es algo significativo, que es muy irregular en este momento”. Citó habilidades como el uso de herramientas de búsqueda inversa de imágenes, evaluación de las cuentas en las redes sociales y hacer búsquedas “whois” para encontrar a los propietarios de un dominio como “cosas que cada uno de las personas periodistas en cada una de las especializaciones debe saber hacer”.
Otros recursos que las personas periodistas dijeron que se deberían desarrollar en las salas de redacción incluyen bases de datos de expertos, organizadas por temas, a quienes las personas periodistas puedan recurrir para obtener ayuda para desacreditar la desinformación y mecanismos para colaborar en todos los medios de noticias de la misma entidad corporativa (un ejemplo citado es VERIFY, un centro usado para verificación de datos por 49 salas de redacción propiedad de TEGNA) o incluso entre diferentes medios competitivos. “Siempre hemos tenido sistemas de circuitos, como cubrir al presidente, o a la familia real del Reino Unido”, dijo Claire Wardle, una investigadora sobre desinformación. “Me extraña un poco que no pensemos más en formas de ayudar a las salas de redacción a compartir los recursos. . . En la información errónea, nadie debería estar compitiendo”. Félix también trajo a colación la escasez de iniciativas de verificación de datos en español en los medios de mayor magnitud y que “no hay nada específicamente en español con un lente cultural en cuanto a la información que están verificando”.
Un participante de la encuesta observó el potencial de colaboraciones entre las salas de redacción locales “que están en mejor posición para desarrollar relaciones con las audiencias más susceptibles y brindarles información de calidad”, y organizaciones de noticias nacionales que las apoyarían con recursos y experiencia, y destacarían su trabajo. Otro participante dijo que las conexiones entre las personas periodistas y las organizaciones que estudian y abordan la desinformación son demasiado débiles. “Se los ve como esfuerzos no relacionados (cuando) obviamente, están bastante conectados”, escribió el periodista. “Espero que este estudio pueda conducir a más recursos y putos de vista sobre cómo las personas periodistas y quienes luchan contra la desinformación pueden trabajar juntos”.
Próximos pasos
El análisis de los resultados de esta encuesta muestra una necesidad urgente de apoyar a las salas de redacción en el desarrollo de estrategias integrales y sistemáticas que equipen aún más a los editores y reporteros para hacer frente a los desafíos del periodismo ejercido en medio de un espacio informativo contaminado por la desinformación. Una respuesta efectiva requiere la formulación de mejores prácticas y protocolos que den acceso a herramientas y capacitación y que contrarresten el impacto en la seguridad y bienestar de las personas periodistas. Fuera de la sala de redacción, se requieren esfuerzos renovados para expandir la participación de las personas periodistas con las audiencias para desarrollar entendimiento de lo que hace que una fuente de noticias sea confiable y cómo discernir los hechos de las falsedades. Esto incluye priorizar el alcance a las comunidades que son blanco especial de los proveedores de desinformación y que los medios de noticias no sirven de manera adecuada. Para satisfacer estas necesidades evidenciadas por las respuestas a la encuesta, PEN America ha identificado los siguientes pasos necesarios:
- Convocar a los ejecutivos de noticias y a las personas periodistas y editoras para evaluar en mayor medida los hallazgos de la encuesta y contextualizarlos en las experiencias de diversas salas de redacción, editores y reporteros, con el objetivo de formular estrategias e identificar recursos para apoyarlos.
- Desarrollar una guía integral y escalable en cuanto a la resiliencia a la desinformación para las personas periodistas y las salas de redacción, incluidas orientación de modelación amenazas, planes para protocolos para manejar la desinformación, listas de verificación de las herramientas y los planes de capacitación requeridos, y orientación para la participación comunitaria sobre la alfabetización mediática.
- Proporcionar apoyo en la sala de redacción para el desarrollo de políticas y procedimientos y dar capacitación sobre las herramientas y técnicas fundamentales, personalizadas para medios de diferentes tamaños y recursos.
- Informar las estrategias anti desinformación de la sala de redacción con hallazgos y estrategias de iniciativas continuas sobre alfabetización mediática de la comunidad y defensa contra el acoso en línea.
Reconocimientos
Este informe lo redactó Dru Menaker, director operativo de PEN America, con investigación, aportes y apoyo organizacional considerable por parte de Hannah Waltz, coordinadora de programas de libertad de expresión en EE.UU. El consultor Zachary Roth realizó las entrevistas y proporcionó el contenido editorial. La directora senior de programas de libertad de expresión en EE.UU. de PEN America, Summer Lopez, revisó el informe. Los gráficos y el diseño fueron obra de Melissa Joskow. James Tager es director de investigación de PEN America.
Ann Duffett de FDR Group elaboró y desplegó la encuesta y realizó el análisis de las respuestas. Agradecemos especialmente a los reporteros, editores y expertos en el impacto de la desinformación sobre los medios que aportaron información para la preparación de las preguntas y revisaron y reflexionaron sobre los hallazgos. PEN America está profundamente agradecida a los más de 1.000 periodistas que brindaron su tiempo, experiencia y conocimiento para responder a la encuesta y que continúan defendiendo los hechos, la responsabilidad y el discurso informado.
Agradecemos a Craig Newmark Philanthropies por apoyar este proyecto.