El escritor cubano Rafael Rojas y el cineasta y director teatral Juan Carlos Cremata hablarán la semana próxima, en Nueva York, sobre censura, poder e intelectualidad en la isla.

La duodécima edición del Festival mundial del PEN “Voces de la literatura internacional”, uno de los más grandes de su tipo, tendrá lugar entre el 25 de abril y el 1 de mayo, en Nueva York.

Voces del PEN, único festival literario enfocado en los Derechos Humanos, fue fundado tras los atentados terroristas del 9-11 de 2001 por el escritor angloindio Salman Rushdie, amenazado de muerte por el régimen iraní de Jomeini tras publicar su novela Los versos satánicos.

Desde su fundación hace 12 años, Voces del PEN ha presentado a más de 1.500 escritores y artistas de 118 países, con una rica amalgama de 56 idiomas.

Esta edición ha sido dedicada a México pero tiene dos paneles sobre Cuba en los que participarán el cineasta y director teatral Juan Carlos Cremata y el historiador y ensayista Rafael Rojas.

Llevarán el panel Cuba en dos actos, previsto para el 29 de abril a las 7:30 p.m. en el Instituto Cervantes, sobre la compleja situación en la isla luego del inicio de las relaciones con Estados Unidos.

Rojas, que reside en México desde hace varios años y Cremata que ha sido censurado en Cuba en el inicio mismo de estos cruzamientos diplomáticos ofrecerán una panorámica de las relaciones de poder y la intelectualidad en el país.

Para el día 30 de abril está programada la mesa “La censura y la creatividad: Una conversación sobre la música y el cine cubano”, a cargo de Cremata y el músico cubano exiliado en Estados Unidos Roberto Poveda.

Rojas levanta alertas ante el nuevo escenario

Rafael Rojas es doctor en Historia y trabaja en el Colegio de México. Es autor de más de una decena de libros sobre el exilio cubano, la relación entre intelectualidad y el poder revolucionario, y sobre literatura cubana. Dos de ellos son Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano (2006) (Premio Anagrama) y El arte de la espera (Madrid, Colibrí, 1998).

Martí Noticias conversó con Rafael Rojas:

Usted está invitado al panel “Cuba en dos actos”. Le tocará –irremediablemente- hacer una cartografía de la lucha del intelectual cubano atravesando casi seis décadas de censura. ¿Nos puede brindar un adelanto?

Quienes han estudiado la censura bajo diversos despotismos, como la Inquisición española o el comunismo soviético, hablan de una censura anterior a la censura misma, que es la exclusión, es decir, la eliminación del documento antes de que llegue a la imprenta.

Creo que esa ha sido la forma de censura más practicada en Cuba en las seis últimas décadas. Una exclusión de ideas, discursos o poéticas que no son únicamente nacionales sino globales. La no circulación, en la isla, de libros de George Orwell, Isaiah Berlin, Hannah Arendt, Francois Furet, Christopher Hitchens o Tony Judt, sería suficiente para ubicar al sistema cubano en un lugar impermeable a las ideas democráticas contemporáneas.

Por un lado, parecen abrirse nuevos espacios alternativos como el Club de Escritores Independientes de Cuba, la música y el cine alternativos. ¿Considera que estas “herramientas” pudieran dinamizar la sociedad o remover los viejos aparatos de coerción estalinistas con que se controla la cultura desde a oficialidad?

En Cuba, como en cualquier otro régimen del campo “socialista” real, el control estatal de la esfera pública ha sido resistido, desde abajo, por constantes intentos de producir una sociabilidad intelectual autónoma.

Así fue en los 60 con la editorial El Puente, en los 80 con el grupo Paideia o en los 90 con la revista Diásporas. Lo que sucede hoy con el cine independiente, la música alternativa o el activismo artístico de Tania Bruguera, forma parte de la misma tradición. El régimen ha sido muy eficaz en desactivar esas resistencias y en estigmatizar a sus artífices, pero la búsqueda de la autonomía continuará hasta que la esfera pública se abra.

A la reforma migratoria cubana de 2013 le siguió el paso dado por la Administración Obama el 17 de diciembre de 2014. ¿Esto habría dejado un saldo para oxigenar el espacio público –ya sea el debate de ideas, el intercambio de proyectos desde varias orillas? ¿Cómo cree que lo pudieran estar utilizando los actores desde la intelectualidad? –si es que Usted ha recibido alguna “movida” en ese sentido.

Mi percepción es que el cambio de la política de Estados Unidos hacia la isla era necesario, por el desgaste de la estrategia previa, basada en el embargo. Pero, como la vieja política, la nueva puede ser aprovechada lo mismo por el régimen que por la oposición, por el Estado y por la sociedad civil. Entre ambos actores, los gubernamentales y los no gubernamentales, se entabla un conflicto por la legitimidad y el reconocimiento que tiene en la interlocución con Estados Unidos uno de sus puntos más disputados.

El nuevo escenario es favorable a la autonomización cultural, si los artistas y activistas independientes se lo proponen. Si no lo hacen, rechazando por principio la nueva política, ceden la iniciativa al régimen.